martes, 3 de marzo de 2009

Ensayo "Los jóvenes como factor fundamental para revalorizar al viejo" por Valentina Cantón Mejía


Los jóvenes como factor fundamental para revalorizar al viejo

Por Valentina Cantón Mejía alumna de 5° Semestre de la Licenciatura en Terapia Física y Rehabilitación

“…pienso que la vejez es una buena edad
para luchar por el decoro humano…como
cualquier otra.”

Bertrand Russell



El propósito del presente ensayo es dar a conocer la importancia de que los jóvenes universitarios se hagan conscientes de la trascendencia e implicaciones tanto del fenómeno del envejecimiento demográfico como, particularmente, del fenómeno del edadismo (viejisimo).

Sólo a través del conocimiento y la conciencia, los jóvenes podrán convertirse en un elemento transformador de la percepción que se tiene sobre el viejo al interior de la familia, la comunidad y la sociedad, participando así en la revalorización de las imágenes de la vejez, pero al mismo tiempo de la juventud.

Los puntos anteriores resultan fundamentales cuando nos preguntamos ¿cuál es la imagen del viejo al interior de los grupos de jóvenes? En los últimos días, mientras analizaba el título del presente ensayo, ocurrieron una serie de eventos que me hicieron reflexionar sobre el tema. Me encontraba en la escuela y de pronto surgieron comentarios acerca de los diferentes tipos de discriminación. Se hizo referencia al racismo y al sexismo, pero cuando mencioné el viejismo como tipo de discriminación creciente y relevante, encontré como respuesta una carcajada. Todos me miraron y afirmaron que el término no existía, que de hecho era una palabra de mi invención.

Fue esta actitud, el desconcierto que provocó en mí, lo que me hizo elegir, como tema de mi ensayo el de la influencia de los jóvenes en la autoestima de los viejos. Me hizo plantearme muchas preguntas en torno a los viejos, me hizo pensar en mis abuelos y en otros viejos que conozco y que he tratado.

De esta forma, pensando en todo esto, me di cuenta de que tampoco yo conozco mucho con relación a este tema, que quizá tampoco era algo que me preocupaba mucho, y eso me hizo ponerme a investigar, pues creo que es importante que conozca la realidad que enfrentan los viejos, no sólo para entenderlos, sino porque me doy cuenta que yo también envejeceré.

Todo esto me llevó a cuestionarme ¿Por qué muchos de los jóvenes no frecuentamos a nuestros abuelos?, ¿Por qué despreciamos a los viejos?, ¿Por qué nos dan lástima? ¿Por qué asumimos, sin reflexionar al respecto, que los viejos son inútiles? ¿Por qué no queremos ser viejos?


Así podrían surgir una gran cantidad de preguntas, muchas de las cuales podrían tener una respuesta en las imágenes del envejecimiento que aprendemos en la casa o en los medios de comunicación, mientras que otras simplemente podrían ser consideradas como mitos. ¿Cómo diferenciarlas, si no nos damos la oportunidad de conocerlos mejor?

Efectivamente, todos podemos ayudar, pero enfocarse en los jóvenes resulta fundamental cuando nos percatamos que de diferentes formas y en muchos casos, hemos tenido la oportunidad de conocer la relación de nuestros padres con nuestros abuelos, de nuestros padres con nosotros mismos y de nosotros con nuestros hermanos menores. Es decir, los jóvenes tenemos la oportunidad de establecer relaciones intergeneracionales más estrechas e incidir positivamente en el mejoramiento de las mismas.

Como se mencionaba anteriormente, un factor de cambio muy importante es el conocimiento y la conciencia. Por lo tanto, tendríamos que partir del hecho de que es necesario contar con información que, por diversas circunstancias, no ha llegado a nosotros.

El envejecimiento es el fenómeno demográfico más importante de nuestro siglo. Siempre ha existido en la población una proporción de personas mayores, pero fue hasta el siglo XX que el envejecimiento se convirtió en un fenómeno demográfico.

De acuerdo a la literatura, el envejecimiento se debe a un cambio en las tasas de natalidad, es decir, a partir de las políticas de control natal, se disminuyó considerablemente el número de nacimientos. Por otro lado, también se debe a un cambio en los patrones de enfermedad, es decir, las personas ya no mueren por enfermedades infecto-contagiosas, como a principio del siglo pasado, sino por enfermedades denominadas crónico-degenerativas.

En México, el envejecimiento no parecía ser un problema hasta hace algunos años, la proporción no era realmente representativa, pero de acuerdo con las tendencias demográficas, la población envejecida va a sufrir un incremento considerable. Cuando lleguemos al año 2050 se habrá triplicado el total de personas mayores de 60 años en el mundo y los jóvenes universitarios de este momento estaremos entre ellos ¿Cómo queremos que nos traten cuando lleguemos a la vejez?

Actualmente, sociedades como la nuestra no tratan a los viejos con respeto. Incluso, hemos dejado de tratarlos como personas. Esto no es un fenómeno que surge de la nada, es un problema que se ha acentuado en las últimas décadas, debido esencialmente al aumento en la proporción de viejos respecto al total de la población, pero también a los cambios culturales y sociales que se han manifestado de manera más explícita en los últimos tiempos.


Los valores fundamentales de nuestro tiempo no están relacionados con la vejez o con el envejecimiento, están completamente enfocados a la juventud, a un estereotipo de belleza, al poder del dinero y al valor del trabajo. Se han dejado de lado valores de nuestras antiguas sociedades tradicionales, como el respeto a la sabiduría, al conocimiento y a la experiencia. Este cambio ha favorecido y reproducido un tipo de discriminación que no es muy conocida en cuanto al término, pero sí difundida y practicada por la mayoría de las personas: el edadismo.

El edadismo o viejismo se define como el mantenimiento de estereotipos o actitudes prejuiciosas hacia una persona únicamente por el hecho de ser mayor. Estos estereotipos proporcionan visiones exageradas de pocas características, son inventados, divulgados, creídos y compartidos por la mayoría de las personas. Diversos autores han señalado al edadismo como la tercera gran forma de discriminación de nuestra sociedad, tan sólo después del racismo y el sexismo.

Todas las personas tendemos a discriminar aquello que es diferente. Muchas veces de manera conciente, pero en mayor proporción sin siquiera percatarnos de ello y no nos damos cuenta del daño que estamos causando. Discriminamos entonces con las palabras, cuando no llamamos a las cosas por su nombre o lo hacemos de forma irrespetuosa (ruco, vejete, betabel, etcétera), cuando ignoramos a las personas o fingimos que los escuchamos por que pensamos que son aburridos, que no tienen nada que enseñarnos y cuando hacemos comentarios negativos basados tan sólo en estereotipos.

Por ejemplo, la palabra viejo que en nuestras sociedades tradicionales denotaba respeto, ha dejado de tener su significado original y se ha sustituido por conceptos que evitan que las personas veamos una realidad tal y como es. Desde las posturas más críticas de la gerontología, se menciona que es muy importante retomar los significados y evitar así evitar que los viejos se conviertan en seres invisibles.

Todo esto nos lleva a una nueva pregunta: ¿Cómo repercute este trato en la autoestima de los viejos? Es bien sabido que las personas mayores tienden a adoptar la imagen negativa dominante en la sociedad y a comportarse de acuerdo con dicha imagen. Entonces, cuando subestimamos sus capacidades físicas, mentales o sociales, afectamos su autoestima, propiciamos que pierdan su independencia, su seguridad y los encaminamos hacia una visión negativa de ellos mismos, participando en la reproducción del edadismo, ya que su auto percepción esta basada igualmente en estereotipos.

Por otro lado, es importante analizar las razones por las cuales los jóvenes adoptamos actitudes de discriminación hacia los viejos. Como se había señalado previamente, el viejismo es un fenómeno que tiene que ver con estereotipos aprendidos, muchos de los cuales tienen origen en el entorno familiar. Esto es, cuando nuestros padres toman actitudes negativas frente a nuestros abuelos, hacen comentarios negativos o discriminatorios o simplemente no nos inculcan la importancia de tenerles respeto, de establecer una buena convivencia.


Estas conductas también las aprendemos en espacios escolares porque desafortunadamente cuando los programas y planes de estudio no incluyen el tema del envejecimiento, nos enseñan a no ver, a no analizar, a ni siquiera pensar que es un tema relevante. No nos invitan a reflexionar ni sobre los viejos, ni sobre nuestra propia vejez. No nos enseñan a entender que, simplemente, estamos frente a un proceso natural, por el que todos pasaremos.

Finalmente, el viejismo es aprendido fundamentalmente a través de los medios de comunicación. Es innegable que lo que vemos y escuchamos tiene poco que ver con esa parte de la sociedad. Los medios masivos nos hablan de valores mediatos y superficiales que alejan nuestra atención de las problemáticas reales e invisibilizan a ciertos sectores como el de los discapacitados, el de los grupos indígenas o el de los viejos.

Los niños, los jóvenes y los adultos tenemos papeles claros en la sociedad. Los niños y jóvenes tenemos la obligación de estudiar, los adultos de trabajar y, los viejos aparentemente no tienen una función definida. De hecho, se ha definido a la etapa de la vejez en las sociedades industrializadas a través de la idea de roless role, es decir, “papel sin papel”, gente que no es útil, que no tiene nada qué hacer ni aportar. Nada más falso.

La sociedad moderna no prevé un papel específico o una actividad para los viejos, abandonándolos a una existencia sin significado. Los viejos en la sociedad actual se han convertido en una minoría vulnerable que subsiste en una realidad que los ubica en un bajo status en la estructura social.

Es por esto que el ambiente familiar es muy importante, porque es ahí, a fin de cuentas, donde el viejo se ha desenvuelto a lo largo de su vida. Es muy importante que le demos su espacio y lo alentemos a participar, de la forma en que lo ha hecho siempre, de toda la dinámica familiar. Esta es la mejor forma de fomentar su autoestima y garantizarle un papel social al que tiene derecho.

Quizá somos nosotros, los jóvenes, quienes más podemos contribuir a estrechar los lazos intergeneracionales dentro del hogar, y no debemos perder de vista que, de la misma forma en que al nacer fuimos el eslabón entre nuestros padres y nuestros abuelos, seguimos siendo el puente natural que los une. Es decir, somos nosotros los que más podemos fomentar la unión y la convivencia familiar, tanto al acercar a nuestros padres con nuestros abuelos, como, en su momento, a nuestros padres con nuestros hijos.

Es ahora cuando debemos alentar y cultivar valores tales como el respeto, la amistad, el amor hacia los viejos. También, como jóvenes, creo que tenemos la obligación de ayudar a nuestros viejos a envejecer dignamente, en un ambiente en que sean tratados igual que nosotros, es decir, como personas.

Esto es importante, pues cuando seamos viejos no podremos exigir que nuestros hijos y nuestra sociedad nos brinden el trato que nosotros no supimos dar. Es decir, si hoy, como jóvenes, no somos capaces de contribuir a crear las condiciones necesarias para que toda la gente envejezca con dignidad, ¿Cómo, entonces, esperamos tener un mundo mejor? ¿Cómo, entonces, esperamos tener una vejez digna?

La dignidad humana es un concepto muy importante. En este sentido, hay que mencionar que hay autores que afirman que la dignidad humana trae consigo conceptos relacionados a la mente, como la autoestima. De esta forma, tenemos dos conceptos que se relacionan íntimamente, los cuales no pueden disociarse ni cuando hablamos de la condición humana ni cuando hablamos del tipo de sociedad que queremos, es decir, no pueden disociarse del ser humano y su entorno. Sólo pueden existir en una sociedad que da el mismo valor a todos: niños, jóvenes, adultos y viejos.

A partir de las reflexiones sobre el edadismo y el envejecimiento, es muy importante generar propuestas para lograr una cultura del envejecimiento que nos prepare desde niños para vivir cada etapa de nuestra vida plenamente y concientemente para garantizarnos salud, respeto, dignidad y por supuesto una mejor calidad de vida.

Este ensayo me ayudó a darme cuenta de una realidad que no tenía contemplada, el edadismo es más fuerte de lo que pensaba, es un gran problema que tiene que ser resuelto, por los viejos de hoy, por nosotros, los viejos de mañana y por los que nos siguen, por eso me parece muy importante poder difundir las consecuencias del edadismo, empezando por mi familia y por los jóvenes que me rodean y así, poco a poco, lograr concientizar sobre ésta realidad para propiciar reflexión y, como en el caso del sexismo y el racismo, avanzar en contra de su reproducción.

Es necesario que se realice un esfuerzo por parte de todos los sectores de la sociedad, es decir, familias, medios de comunicación, instituciones de salud, instituciones educativas, gobierno, etcétera para lograr un cambio positivo en las imágenes del envejecimiento, alejándonos cada vez más de las visiones y actitudes discriminatorias.

Como se expuso al inicio del presente ensayo, el cambio comienza a partir del conocimiento y la conciencia. Por lo tanto, entre los jóvenes la apertura de espacios de discusión y reflexión sobre estos temas en el ambiente escolar puede ser una estrategia para empezar a generar una modificación en la percepción del viejo, pero también de crear conciencia sobre la propia vejez.





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Referencias
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